Subir a la pequeña cima de un campanario al lado de casa para saciar la curiosidad, y desde allí emprender un viaje primero de ilusión y después de existencia, como si se conjugara en un solo verbo y una sola persona la escritura de Italo Calvino… Años después de cruzar a diario la plaza de su pueblo, Lolo Vasco se ha convertido en uno de los fotógrafos más prestigiosos de un género inquieto y comprometido -la fotografía documental-, al tiempo que su temperamento le arrastra el centro de los mercados, de las alegrías o de los llantos. Y siempre de la mano de esa llave llamada cámara, que abre las puertas de hogares y mundos.