En los límites del valle del Esperabán, donde veintiséis almas dan vida a la alquería de Aldehuela, así lo dice el letrero: Ángel Sánchez, artesano. Lo que no aclara es que, más que un aviso, el cartel expresa una fuerte convicción, la misma que está presente en la relación de Ángel con la naturaleza, con la vida cotidiana, con las gentes y con su propio cuerpo… Pocas veces se habrá sentido el lince más afortunado que al encontrarse con las pipas, las expresiones y las herramientas de este espíritu intenso, que parece concentrar en sí mismo la naturalidad y la sabiduría llana de toda una herencia cultural tantas veces vilipendiada: la hurdana.