El lince con botas aborda nuevamente la tarea de retraerse a sus oficios mágicos de cabalgaduras varias y viejas consejas, para rastrear en la Sierra de la Moraleja los nuevos pasos que se cruzan por los viejos senderos o sendas, mágicas cañadas, de estos lugares en los que el abate Henri Breuil, el padre de la arqueología moderna, comenzó la primera de sus veladas, de sus estancias, de sus etapas viajeras por Extremadura. Escribiría el mítico “Las pinturas rupestres esquemáticas de la península ibérica” a partir de lo recogido en sus viajes por estas tierras, por estos lugares… Entre los abrigos o estaciones con pinturas rupestres aquí ubicados, la pista que volvemos a pisar, con magníficos lienzos, paneles parietales pétreos, desportillados o no por la acción de los elementos, de la masa rocosa que los acoge. Cada uno de ellos iría nombrando y catalogando en su cuaderno de campo mientras recorría la cuenca del Guadiana.