Aunque la diáspora de los hebreos se iniciara ocho siglos antes de nuestra era, la destrucción de Jerusalém marcó un hito en el exilio del pueblo judío. Su presencia en la península ibérica hasta su expulsión por los Reyes Católicos, en la Sefarad que trabajaron y amaron durante siglos, y en particular en las actuales Extremadura y Alentejo, ha dejado un poso feraz e intangible y huellas en piedra, en las jambas de sus hogares