El billar como terapia, el billar como ejercicio de paciencia y construcción, como lenta, lentísima alegoría de la vitalidad. De la vitalidad no solo personal, sino social, en especial en ciudades de provincias que, como Cáceres, sede de este club, han perdido los lugares y los rituales que alrededor del billar se extendían por barrios altos y bajos. El coste de las mesas, el del metro cuadrado, el de la energía y el de mantener la pasión han horadado sensiblemente esta afición.