El oficio de herrador rejuvenece: los tiempos y sus novedades, como el ocio, el turismo rural o la mirada nostálgica hacia las tradiciones, obligan a recuperar una profesión que perdió pie cuando la automoción se impuso al caballo, y el tractor a las yuntas de mulas. Hoy, cuando se discute el uso de las herraduras, por si es mayor el perjuicio para el animal que las bondades que les ofrece, ‘El lince con botas’ asiste a una lección perfectamente adecuada a las exigencias del cuidado de los cascos y el herrado de caballerías… Y lo hace gracias a la vocación y a la colaboración de dos personas, un herrador y un albéitar, que aman a los equinos que cuidan y en tal medida ejercen sus profesiones.