Ritual invernal o no, generador o no de identidad local, explosión o no de alegría colectiva, el hecho es que en todo Carnaval, y también en éste de los últimos veinticinco años a orillas del Guadiana, se come y se bebe… Y se hace ruido… Y se ocupan espacios públicos… Y es ocasión de discusiones y disputas, de acalorados debates… Y ocasión de emborracharse al son de cualquier música… No sólo con el fruto de alguna vid, sino con el mero movimiento, con el gentío, e, incluso, con el propio espectáculo cuya tensión, en todo lo que tiene de teatral y de artístico, y de social y de colectivo… Pero no pretendemos emular los indudables méritos de aquellos articulistas de hace cien y más años que escribieron sus crónicas en fechas carnavaleras, picando a Larra, o a Mesonero Romanos, o, simplemente, al predicador del domingo…