Mariola del Pozo y Carmen Ibarlucea, dos narradoras distintas, pero nunca distantes, que, bebiendo en fuentes diferentes, caminan y comparten unidas por la amistad recíproca y cuentan o narran, incluso refieren, fundamentalmente por la vía oral, pero también por la vía de la escritura, del libro. Les debemos, a cada una, como a tantos artistas y literatos que del cuento y de la narración han sido, desde que somos humanos hasta el día de hoy, lo que la fábula es: ese espacio intangible en que somos, más, nosotros mismos. Allí donde nos reímos, allí donde conectamos, allí donde, aún despiertos, en comunión, soñamos.