Una mañana de mayo del siglo XXI puede contener infinidad de años ocultos, pedazos heterogéneos de la historia, para unos inservible, para otros indispensable. Los fragmentos del esplendor y del ocaso se fueron adaptando a tareas más oscuras, hasta que emergieron de nuevo a la luz, incluso junto a huesos de difuntos, para que se pudiera recomponer la idea de un lugar, de un pueblo, de un espacio, sobre el que ya nadie sabía casi nada. Éste es el relato de cómo se aprovecha la salud y el tiempo para honrar a todo lo que evocan las débiles luces lejanas de los antepasados…